miércoles, 19 de septiembre de 2012

Bandoneón de fuego

Música: Saúl Cosentino
Letra: José Arenas Díaz
2007

Para Rubén Juárez

Qué coraje de guerrero entanguecido
Te pinto la voz de un fueye entre las alas,
Y te hizo de palabras una orgía
Con la rabia de una pena milongueada.

Con los años me encendiste la esperanza
Y acunaste con tus tangos mi semilla,
Amasando una poesía rante y pobre,
Desde el lado más oscuro de la orilla.

Bandoneón de luz y fuego
Que te baila entre las manos,
Y con fuerza de tormenta
Va creando nuevos pasos.
Bandoneón de piel atorra,
Hippie de la voz en negro,
Trovador mirando al sur
Con el barrilete fiero.
Negro Juárez gigantesco
Al calor de la barriada.
Contame una historia nueva,
Negro, vos que tenés labia.

Qué coraje de guerrero entanguecido
Hizo fiel a las diabluras de tus manos,
Que zapando el bandoneón como una luna
Vio el amor con la ternura de tus tangos.

Qué poder pintó la cruz de tu mirada
Que a la barra se le pianta un lagrimón,
Cuando ve brillar un beso hecho de luces
Y es Eladia que te está cuidando el sol.






jueves, 13 de septiembre de 2012

Un Quijote del Tango, visto por Ernesto Pierro

"La mañana se desprende de un sauce.
Un flechazo disparado
con el arco de un violín enciende el sol.
La vida comienza."

Hugo Salerno

Esta nota que publico a continuación es una prólogo a la sección de Canciones publicada en el libro de poesía "Gorrión Fénix" de Hugo Salerno. En acertadas palabras Ernesto Pierro hace un recorrido por algunos de los caracteres de la obra de este querido vate moderno, de quien yo mismo hablaré más adelante.
Conocí a Salerno hace ya algunos años y tengo el placer y el honor de ser co-constructor de un puente orillero que llamamos "Tamango del Plata". Una especie de milonga dónde Salerno nos define a los rioplatenses. Pero ahora dejo la nota del querido Ernesto.

Los Tangos del Quijote

Por Ernesto Pierro

Uno de los más reconocidos poetas y autores de tango de todos los tiempos, Horacio Ferrer, lo bautizó como “El Quijote del arrabal”, y, por supuesto, no podría encontrarse mejor forma de definirlo. No se trata solamente de constatar que su figura, irremediablemente, remite al retrato que el inconsciente colectivo le ha otorgado al protagonista de la monumental e incomparable obra del manco de Lepanto. Quienes lo conocemos bien, sabemos que tiene ese mismo espíritu caballeresco, ese afán de luchar –por desigual que fuese la pelea- contra las miserias del mundo, ese designio de buscar a una Dulcinea idealizada a lo largo de una vida llena de lirismo y bondad.

Pero nuestro Quijote arrabalero tiene además una Patria, que es Boedo, y es un digno representante de ella. De algún modo es su otra Dulcinea, porque la ama, porque jamás la traicionaría. Sabe que allí estuvieron Manzi, Centeya, Cátulo, Camiloni, González Castillo, Yunque, y tantos otros, y entonces toma la poesía como lanza para acometer contra los que predican a favor de una vida sin sueños, sin bohemia, sin emociones, sin amores. Y tiene en Boedo su Baldío Natal, allí donde fue ungido Caballero de las Utopías, en una coronación efectuada en un pupitre, con una lapicera de pluma mojada en un tintero que había tenido un blanco impecable alguna vez. Y como tal Caballero de tan bendecida Patria de Poetas y Tangos, allí marchó, primero Barriendo el Barrio, después Andante en Bondi, a escribir también, además de sus poemas, sus canciones para Buenos Aires. Pero claro, necesitaba un ladero de valía y fiel. Y allí en Boedo, claro, cerca de su Baldío Natal, encontró al talentoso compositor Marcelo Saraceni. El encuentro fue en un Boliche de Estaño, por lo que así se llamó un tango que crearon juntos (yo no le canto a tu vida / y no le lloro a tu muerte / solo que yo comprendo / lo que le espera a tu suerte: / te vas muriendo de a poco / viejo boliche de estaño). Siguieron forjando tangos, y así llegó “Los taitas rockeros”, a los que el vate imaginó sembrando flores en los adoquines. Y el lirismo llegó a un punto muy alto en “Los ojos de Antonia”, acompañado de la bella melodía de Saraceni. Pero el Quijote del Arrabal, justamente, también sabía ponerse arrabalero, y –siempre con su fiel ladero- dio vida a “Pa’que siga habiendo guapos”, ácido relato sobre un viaje en los trenes suburbanos, ante los cuales los molinos de viento quedan hechos un poroto. Pero, mientras, el Caballero de las Utopías seguía buscando a su Dulcinea, como puede verse en la letra de “Violines y Bisagras” (ya no se si la espero / o si pido otra copa y me voy). Como le pasara al personaje cervantino, nuestro Quijote, en esa búsqueda, vivió a veces risueñas aventuras, como la que muestra la irónica y rea letra de “Villa Freud.” (percanta, no me amuraste / me aumentaste el arancel). Para los viajes líricos de este Quijote boedense no hay fronteras, y así se alió al brillante, querible yorugua José Arenas Díaz en “Tamango del Plata” para decirnos a orientales y argentinos “amigo, a las divisiones / las dejo para otra gente / que no somos extranjeros / somos vecinos de enfrente”. Y como no tiene fronteras ni las quiere, su lucha contra los perversos también la planteó, gallardamente como corresponde a su linaje quijotesco, en “Un blues para Nueva Orleans 2005”, que lleva música del compositor, poeta, historiador, pintor, periodista, etc. -y todo lo hace bien- Roberto Selles: (y la estatua de la Libertad se pregunta: / ¿qué estoy haciendo yo aquí?).

Y allí va el Caballero de las Utopías, sembrando nobleza, buscando versos por las estrellas de las noches de Boedo.


          

martes, 11 de septiembre de 2012

El poeta fue niño alguna vez


El poeta fue niño alguna vez,
y  alguna vez tuvo frío
y sintió hambre.
Entonces
tuvo que matar.
Hizo un verso con filo y se lo clavó
en el medio de la vida a un pobre
tipo que pasaba caminando.
“¿Por qué me matás pibe, sos poeta vos?”

Después fue preso.

Vinieron los ratis de un dolor
confundido y lo agarraron entre
cuatro. Le metieron una paliza
y le robaron algunos de los pájaros
que le volaban en la mirada.

En la cárcel fue mas poeta que nadie.

Escribía con sangre y saliva rota.
A veces alguien le prestaba una
lapicera cargada de niebla dura.
Pasaron los días con asco
y los ojos se le llenaron
de estrellas secas.
Salio de la cárcel y ya no era
tan poeta. Solamente tenía una
espada marchita y un anillo
que no valía demasiadas lunas.

Siguió un poquito la vida.

Todo tranquilo.
Miraba la lluvia,
llevaba el corazón en la mano,
se subía a un bondi y quedaban
las palomas.
Una vez se vio de frente
con el amor. Se miraron unos dias,
pero el amor le disparó con furia
un beso en la aorta y salió corriendo.
Ahí volvió a ser poeta de nuevo

y se volvió loco.

Corrió desnudo por la calle,
hizo una sopa de cielo,
degolló al silencio,
tuvo una orgía de manicomios
en la sangre.
Nadó en un beso,
se hizo arco iris,
vendió sus manos.

Se enamoró con fuerza.
apretó un sol de madrugada
pero nadie lo vio…

Y ahí se volvió olvido.

lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Qué le pasa a la ciudad?















¿Qué le pasa a la Ciudad?


Tango

Música: Alan Haksten
Letra: José Arenas


Qué le pasa a la ciudad que no me mira,
Que me deja hecho pedazos en el suelo,
Y se escapa despacito rumbo al río
Despeinando mis heridas y mis sueños.

Qué le pasa a la ciudad que está llorando,
Y ha olvidado su esperanza y su futuro
Cuando vuelve de trasnoche por la calle
En un bondi o el asiento de algún auto.
Qué le pasa a la ciudad que ya no ríe,
Qué le pasa a mi ciudad que esta llorando.

Qué golpe de tristeza y soledad
Te hizo este agujero sobre el pecho,
Haciéndote sangrar cemento y cal
Tapándote los ojos y los años.

Qué espanto nos dejó este gris fatal
Corriéndote en el humo y en el llanto.
Lamento de mujer y de ciudad,
Llovizna de pobreza entre las manos.

Qué le pasa a la ciudad que tiene hambre
Porque no le alcanza el mango que se gana
Levantándose a la calle y a los días
Bien temprano cuando arranca la mañana.

Qué le pasa a esta ciudad que no la encuentro
Que se escapa ante mis ojos en la noche.
Tiene olor a marihuana y a locura
Su silueta y su bondad de mina en celo.
Qué le pasa a mi ciudad, me esta esquivando.
Qué le pasa a esta ciudad que no la encuentro.

Qué golpe de tristeza y soledad
Te hizo este agujero sobre el pecho,
Haciéndote sangrar cemento y cal
Tapándote los ojos y los años.

Qué fantasma gritó el “no” de tu mirada
Negándome en el humo y en el llanto.
Lamento de mujer y de ciudad,
Llovizna de tristeza entre mis manos.







domingo, 9 de septiembre de 2012

“Remontar el ancho río”: la dupla Basurto – Szwarcman



Foto "afanada" a la gente de "Fractura Expuesta" (http://www.fracturaexpuesta.com.ar)

La música popular es una buena oportunidad para plantear una instancia de arte en colaboración. Es decir, un momento creativo que se nutre del trabajo en equipo de los artistas, ya sean los intérpretes, los músicos o de los poetas.
Hay a lo largo de la historia un conjuro que lleva a la música a depender del tramado de las acciones de todos estos elementos. Siempre con variaciones, por supuesto. Pero en general, un caudal importante de la música popular presenta una fórmula grupal; la letra, la música, el intérprete. Así tenemos entonces enormes duplas compositivas que se hacen icono en las voces de algunos grupos o intérpretes, o de sus propios autores; Falú – Dávalos, Leguizamón – Castilla, Lennon – McCartney, Ramírez – Luna, Piazzolla – Ferrer, etc.
Además de la ya citada dupla Piazzolla – Ferrer; el tango especialmente presenta sus propias duplas creadoras, esas conjunciones de enormes talentos que han resultado una máquina disparadora de clásicos; Gardel – Le Pera, Troilo – Manzi, Piana – Castillo, Mores – Contursi,  Negro – Avena, Cadícamo – Cobián, entre otros. Estas duplas han sido las bases de un género (al que amo y odio) que tiene algunos de los textos y de las melodías más bellas y complejas que se han escrito en el siglo XX.
El Tango Nuevo, por su lado, en su proceso de construcción de identidad también presenta algunas de esas duplas creativas. Una de esas duplas es la que conforman Alejandro Szwarcman y Néstor Basurto.
Alejandro es un ya conocido letrista de la nueva camada. Quizá no sea un error decir que es el más importante de los letristas contemporáneos. Si bien su obra presentaba temas notables como “Nostalgia de Andenes”, “Milonga para un varón” o “La última tentación de Gardel”, puede decirse que esta es una etapa con ciertos cambios, donde el grado lírico es mayor, donde la complejidad está en el punto justo del yeito popular, pero al mismo tiempo hay un manejo de la palabra como una espada que al cortar deja solo belleza y calidad.
Por su lado, Néstor Basurto es una especie de superhombre del renacimiento que domina las técnicas de la composición, los arreglos y la dirección musical, que además posee un despliegue vocal perfecto y su increíble dominio de la guitarra es poco menos que espeluznante.
La dupla tiene en su repertorio creativo una colección de títulos que sin duda guardan el perfil de “nuevos clásicos”, no en vano han pasado por las voces de Julia Zenko, Viviana Scarlassa, Noelia Moncada, Esteban Riera, Sandra Luna, Jacqueline Sigaut, Daniel Maza, María Estela Monti, Mony Lopez y Atilio Bertagni. Además de las ya registradas por el propio Néstor en su disco “Recalada”.
Entre las canciones que Alejandro y Néstor han creado, encontramos la frescura del vals peruano, la tristeza de la zamba, la garra del tango, pero también el vals criollo, la chacarera y la milonga. A través de esos ritmos podemos llegar a climas lírico-musicales que van desde el piropo, el soliloquio, el recuerdo y la ternura.
Por ejemplo, en el tango “María Sur”, tenemos la rabia dolorosa del amor perdido, donde el “yo lírico” muestra el desencanto y el arrepentimiento, el dolor que viaja al Sur, y ese mismo sur como símbolo de todo lo que se pierde:

El tiempo mata todo aquello que fue amado
y el hombre mata lo que el tiempo no mató.
No se si vuelvo a tu panal adoquinado
como oyendo tu llamado, por tu huella o tu perdón.
Se ve además la influencia de Oscar Wilde en los versos primeros de la estrofa citada;

Y sin embargo, cada hombre mata lo que ama.
Que todos oigan esto:
unos lo hacen con mirada torva
otros con la palabra halagadora;
el cobarde lo hace con un beso,
con la espada el valiente.[1]

Por su lado, este tango posee una armonía de misterio y una melodía cuyo ritmo acompaña la letra en un “tango, tango” apropiado para el dolor y la rabia de lo perdido.
Encontramos también el tópico del tempus fugit, por ejemplo en el vals “Madrigal de ausencias”, una composición lírica y tierna, cuya letra presenta el recuerdo de lo que ha pasado y lo inevitable del tiempo que todo lo lleva:

A veces en las lentas madrugadas sin final,
cuando la aguja diminuta y fatigosa del reloj
resuena en el silencio como un eco circular
del tiempo que jamás se detendrá…

Como decíamos antes, también aparece lo picaresco, lo tierno y lo cotidiano bajo el conjuro de un piropo, en una acertada elección de Basurto al convertir los versos de Szwarcman en un vals peruano:

Quisiera ser la gota que moja tu mejilla
rozando suavemente la piel de tu rubor.
Quisiera ser la llave que te abre cada puerta,
cederte siempre el paso, treparme a tu balcón.
Y hacerle un monumento de orquídeas a tus piernas,
cantarte la más tierna canción del corazón.
Quisiera ser el talle que calza en tus ensueños...
No quiero ser tu dueño, yo quiero ser tu amor.

Y quizá una de las más bellas creaciones del dúo sea la canción “Alguien más que dice adiós” donde se ve la riqueza de las imágenes líricas donde se nota la enorme técnica de escritura de Alejandro en construcciones como:

Tal vez
querés decir “adiós”
y no sabés
que vas a no morir
sangrándote de mí…

O descripciones de un paisaje último donde se “oye el rumor que acecha en todo adiós”, donde se puede decir, por ejemplo:

La luna está
llegando al espigón
donde encalló la sal
de tu mirada…

Todo esto acompañado de una inmejorable y delicada composición de Néstor, la cual al ser escuchada pareciera ser la resurrección de ese momento donde uno mismo se siente ese “alguien más” del adiós.

Algunas de las letras de Alejandro Szwarcman pueden ser leídas en:


Algunas de las obras de Néstor Basurto y Alejandro Szwarcman pueden ser oídas en:

1)      “Alguien más que dice Adiós”


2)      “Madrigal de ausencias”


3)      “Zamba para un final”


4)      “Nunca volverás”






[1] WILDE, Oscar: “Balada de la cárcel de Reading”. Traducción de E. Caracciolo Trejo en “Oscar Wilde, Poemas”  -2oo1 -Ediciones Colección de poesía RÍO NUEVO/XXVI
Barcelona, España

lunes, 3 de septiembre de 2012

Una paloma porteña


Canción

Música: Marcelo Saraceni
Letra: José Arenas


Llegaba de casualidad
Y se encontraba en la ciudad
Con un adiós, y con el fin de su niñez.

Sabía mentirles por detrás,
Risa de azul y miel con sal,
A los muñecos y a la piel. Nena fatal.

Lloró una vez y nunca más
Cuando en un bar, a plena luz de los demás,
Se ahogó en un té sin endulzar
Y un viejo Dandy le clavó una soledad.

Él se llamaba Decepción,
Tenía sólo un tango al sur,
Que le quedó al rematar toda su edad.

Vivía en la calle del temor,
Y los domingos con el sol
Salía del brazo gris de su tranquilidad.

Sonrió una vez y siete, no
Cuando olvidó mirar el día y aletear.
Las plumas grises sin usar,
y la llovizna de una vida en soledad.

Ella le dijo: Tengo un beso y una guerra,
Para escaparnos y empezar a iluminar.
Él se incendió de escandalosa juventud,
Le dio la mano y la promesa de volar.
Una vergüenza de vivir en libertad
Se les colaba algunas veces en el sueño.

Una alegría  pequeña,
Una paloma porteña
Y la dulzura de aquel
nunca más”.

Todos manchados de ser par
Tienen las ganas de parir felicidad
Flameando azul de piel en piel

Y con su barco de aserrín
Naufragan una y otra vez
En la sonrisa de esquivar la decepción.

Si los llegás a ver ahí
Donde se prende el alba nueva en la ciudad,
No preguntes a dónde van
Llevándose la luz del día en el ojal.