martes, 23 de octubre de 2012

Tangos del Sur en la voz de Carlos Varela

Somos el Sur: un disco de Carlos Varela



“Somos el Sur.
Y a veces tenemos ganas de gritar;
¡Somos el Sur, carajo!”.

Eugenio Mandrini

En una entrevista del Tata Cedrón al poeta Raúl González Tuñón, éste ultimo dice en una de sus reflexiones: “yo creo que lo importante es que un poeta, un músico, un artista, lo sea en el arte y en la vida”.
Podemos considerar e interpretar esta frase del escritor de varias maneras, en nuestro caso en particular creo que, prisma de cristal mediante, podemos aplicar sus colores al disco “Somos el sur” del cantor Carlos Varela. Y decimos cantor sabiendo que cometemos una injusticia soberbia y demoledora. Es que Carlos Varela se pone en juego a sí mismo en su último trabajo, dando a conocer su condición de demiurgo.
“Somos el sur” nos muestra un Varela de una inteligencia y honestidad artística que conmueve el espíritu de cualquiera que busque un poco de arte sin máscaras. Sin embargo, el cantor-mago no aparece sólo en su trabajo, el amor y el talento de varios artistas se complementan para dar fruto a éste CD. En principio aparece en escena durante toda ésta “Operita criolla del Sur en dos actos” la música de Saúl Cosentino, un creador fino, con una trayectoria tan larga como dedicada.
Aquí el músico aparece como arreglador y compositor tanto en lo instrumental como en las canciones, dejando su arte en manos de Carlos Varela, quién con una notable intuición y un gran gusto toma obras previamente compuestas por Saúl a lo largo de los años sesenta, setenta y ochenta, para lograr contarnos una historia desgarradora de lucha, luz, cansancio y sangre. A través de los climas musicales creados por Cosentino en colaboración de poetas y músicos de primera línea como Osvaldo Tarantino, Ernesto Pierro, Héctor Negro, Eladía Blázquez, incluso Hamlet Lima Quintana, y hasta Rafael Alberti, cobran cuerpo y temperatura las interpretaciones del cantor. Incluso a la hora de las voces el disco cuenta con la participación de Gabriel Mores, Carlos Barral, Nora Roca y María Eugenia Darré, que también ofician de cantores posesos por el encanto de las poesías para contar la lucha del Sur, la ternura de un amor, o la esperanza tibia de una utopía.
Por otro lado, y ésta es una de las joyas de éste trabajo, la historia no sólo se nos hace presente a través de las geniales canciones que se cantan, sino que durante el clima creado por las obras instrumentales, saltan como de atrás de la oscuridad los geniales textos creados por el poeta Eugenio Mandrini, quién sin duda es hoy uno de los referentes más importantes de la literatura argentina, sobre todo si hablamos del olvidado arte de la poesía.
Con respecto a éste particular, la voz de Varela se mezcla con los versos de Mandrini, los agarra fuerte y los trae consigo, dándole vida a frases que inquietan, que desafían, que dejan en el espíritu de quién las oye, además de una especie de catarsis que elimina muchas ternuras y rabias, un montón de filosas preguntas. Mandrini se atreve a arrancarle la piel a un sentimiento latinoamericano, y es la voz del cantor quien con un ajustado dramatismo nos pone enfrente ése sentimiento sangrante y en carne viva: “Somos el Sur. Algunos dicen que tenemos odio y es cierto; odiamos a la luna cuando se esconde tras las nubes y nos deja sin linterna en la noche más negra. Somos el Sur. Odiamos al viento del invierno que nos hace sufrir tan adentro que no hay pañuelo para secar el llanto de los huesos. Somos el Sur. Y odiamos a la lluvia cuando orina sobre nuestros colchones y nos inunda desde las zapatillas hasta la pobre alma.”
En la “operita” atravesamos todos los sentimientos del Sur: la rabia, la tristeza, la furia descarnada, el amor, la ternura, la duda y la esperanza, poniendo en juego las emociones, explotando por dentro, pero siguiendo en pie.
Finalmente, y como mencionamos en un principio, se destaca la condición enorme y pura de artista de Carlos Varela, quien con su técnica perfecta y limpia, con su imaginación, pero también con su viveza e inteligencia artística admirables, crea, al mejor estilo de un rapsoda griego, una obra íntegra, honesta, de una calidad y una originalidad a la que, tristemente, no estamos acostumbrados. Varela se sirve por completo de tangos nuevos, haciendo de sí un luchador sin fisuras en algo que, no sólo en lo estrictamente artístico, denota que ha costado su buena cantidad de sangre, sudor y lágrimas, pero que también, y lo decimos sin miedo, resplandece de amor por lo que se ha logrado.
Entonces, recordamos la frase con la que iniciamos nuestro comentario y decimos que, sin dudas, Carlos Varela logra ser un gran creador, en el arte como en la vida, donde no sólo se ve su talento, sino que también se ve una gran preocupación, una lucha incansable de compromiso, y sobre todo, mucho cariño por lo que se hace.


lunes, 22 de octubre de 2012

Luz de Tango Nuevo


Soy luz de Tango Nuevo

Música: Saúl Cosentino
Letra: José Arenas


Yo elijo esta ciudad, la llevo sobre mí,
su música de hippies bandoneones y su piel.
Con cada madrugada verde y gris sobre la calle,
su ternura y mi ternura de crecer.

Yo elijo esto que soy, mi edad y mi canción,
la marca que dejaron los amores que hay en mí
no pone su tristeza de ritual entre mis labios.
Soy luz de tango nuevo y me amanezco una vez más.


Y es que…
si tengo que pelearla o no doy más
siempre tengo algún zorzal por fabricar.
Nunca falta un empujón para adelante
o una mano que me invite a caminar.

A veces el bajón toma mi piel,
me pone de rodillas o a llorar.
Pero puedo más que él y me levanto,
me pongo el cielo encima…¡y a volar!


Yo elijo mi pasión, la enredo con mi voz,
enciendo las palabras, los acordes y el amor,
con cada primavera abriendo paso por la calle,
con la rabia iluminada de nacer.

Yo encuentro mi ansiedad, mi sed de beso en flor,
la furia que pintaron los fracasos que hay en mí
no impide que navegue la frescura de mis años.
Soy luz de tango nuevo y resucito una vez más.


Escuchar "Soy luz de Tango Nuevo" en la versión de Josefina Rozenwasser, de su disco "Proyección".


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Bandoneón de fuego

Música: Saúl Cosentino
Letra: José Arenas Díaz
2007

Para Rubén Juárez

Qué coraje de guerrero entanguecido
Te pinto la voz de un fueye entre las alas,
Y te hizo de palabras una orgía
Con la rabia de una pena milongueada.

Con los años me encendiste la esperanza
Y acunaste con tus tangos mi semilla,
Amasando una poesía rante y pobre,
Desde el lado más oscuro de la orilla.

Bandoneón de luz y fuego
Que te baila entre las manos,
Y con fuerza de tormenta
Va creando nuevos pasos.
Bandoneón de piel atorra,
Hippie de la voz en negro,
Trovador mirando al sur
Con el barrilete fiero.
Negro Juárez gigantesco
Al calor de la barriada.
Contame una historia nueva,
Negro, vos que tenés labia.

Qué coraje de guerrero entanguecido
Hizo fiel a las diabluras de tus manos,
Que zapando el bandoneón como una luna
Vio el amor con la ternura de tus tangos.

Qué poder pintó la cruz de tu mirada
Que a la barra se le pianta un lagrimón,
Cuando ve brillar un beso hecho de luces
Y es Eladia que te está cuidando el sol.






jueves, 13 de septiembre de 2012

Un Quijote del Tango, visto por Ernesto Pierro

"La mañana se desprende de un sauce.
Un flechazo disparado
con el arco de un violín enciende el sol.
La vida comienza."

Hugo Salerno

Esta nota que publico a continuación es una prólogo a la sección de Canciones publicada en el libro de poesía "Gorrión Fénix" de Hugo Salerno. En acertadas palabras Ernesto Pierro hace un recorrido por algunos de los caracteres de la obra de este querido vate moderno, de quien yo mismo hablaré más adelante.
Conocí a Salerno hace ya algunos años y tengo el placer y el honor de ser co-constructor de un puente orillero que llamamos "Tamango del Plata". Una especie de milonga dónde Salerno nos define a los rioplatenses. Pero ahora dejo la nota del querido Ernesto.

Los Tangos del Quijote

Por Ernesto Pierro

Uno de los más reconocidos poetas y autores de tango de todos los tiempos, Horacio Ferrer, lo bautizó como “El Quijote del arrabal”, y, por supuesto, no podría encontrarse mejor forma de definirlo. No se trata solamente de constatar que su figura, irremediablemente, remite al retrato que el inconsciente colectivo le ha otorgado al protagonista de la monumental e incomparable obra del manco de Lepanto. Quienes lo conocemos bien, sabemos que tiene ese mismo espíritu caballeresco, ese afán de luchar –por desigual que fuese la pelea- contra las miserias del mundo, ese designio de buscar a una Dulcinea idealizada a lo largo de una vida llena de lirismo y bondad.

Pero nuestro Quijote arrabalero tiene además una Patria, que es Boedo, y es un digno representante de ella. De algún modo es su otra Dulcinea, porque la ama, porque jamás la traicionaría. Sabe que allí estuvieron Manzi, Centeya, Cátulo, Camiloni, González Castillo, Yunque, y tantos otros, y entonces toma la poesía como lanza para acometer contra los que predican a favor de una vida sin sueños, sin bohemia, sin emociones, sin amores. Y tiene en Boedo su Baldío Natal, allí donde fue ungido Caballero de las Utopías, en una coronación efectuada en un pupitre, con una lapicera de pluma mojada en un tintero que había tenido un blanco impecable alguna vez. Y como tal Caballero de tan bendecida Patria de Poetas y Tangos, allí marchó, primero Barriendo el Barrio, después Andante en Bondi, a escribir también, además de sus poemas, sus canciones para Buenos Aires. Pero claro, necesitaba un ladero de valía y fiel. Y allí en Boedo, claro, cerca de su Baldío Natal, encontró al talentoso compositor Marcelo Saraceni. El encuentro fue en un Boliche de Estaño, por lo que así se llamó un tango que crearon juntos (yo no le canto a tu vida / y no le lloro a tu muerte / solo que yo comprendo / lo que le espera a tu suerte: / te vas muriendo de a poco / viejo boliche de estaño). Siguieron forjando tangos, y así llegó “Los taitas rockeros”, a los que el vate imaginó sembrando flores en los adoquines. Y el lirismo llegó a un punto muy alto en “Los ojos de Antonia”, acompañado de la bella melodía de Saraceni. Pero el Quijote del Arrabal, justamente, también sabía ponerse arrabalero, y –siempre con su fiel ladero- dio vida a “Pa’que siga habiendo guapos”, ácido relato sobre un viaje en los trenes suburbanos, ante los cuales los molinos de viento quedan hechos un poroto. Pero, mientras, el Caballero de las Utopías seguía buscando a su Dulcinea, como puede verse en la letra de “Violines y Bisagras” (ya no se si la espero / o si pido otra copa y me voy). Como le pasara al personaje cervantino, nuestro Quijote, en esa búsqueda, vivió a veces risueñas aventuras, como la que muestra la irónica y rea letra de “Villa Freud.” (percanta, no me amuraste / me aumentaste el arancel). Para los viajes líricos de este Quijote boedense no hay fronteras, y así se alió al brillante, querible yorugua José Arenas Díaz en “Tamango del Plata” para decirnos a orientales y argentinos “amigo, a las divisiones / las dejo para otra gente / que no somos extranjeros / somos vecinos de enfrente”. Y como no tiene fronteras ni las quiere, su lucha contra los perversos también la planteó, gallardamente como corresponde a su linaje quijotesco, en “Un blues para Nueva Orleans 2005”, que lleva música del compositor, poeta, historiador, pintor, periodista, etc. -y todo lo hace bien- Roberto Selles: (y la estatua de la Libertad se pregunta: / ¿qué estoy haciendo yo aquí?).

Y allí va el Caballero de las Utopías, sembrando nobleza, buscando versos por las estrellas de las noches de Boedo.


          

martes, 11 de septiembre de 2012

El poeta fue niño alguna vez


El poeta fue niño alguna vez,
y  alguna vez tuvo frío
y sintió hambre.
Entonces
tuvo que matar.
Hizo un verso con filo y se lo clavó
en el medio de la vida a un pobre
tipo que pasaba caminando.
“¿Por qué me matás pibe, sos poeta vos?”

Después fue preso.

Vinieron los ratis de un dolor
confundido y lo agarraron entre
cuatro. Le metieron una paliza
y le robaron algunos de los pájaros
que le volaban en la mirada.

En la cárcel fue mas poeta que nadie.

Escribía con sangre y saliva rota.
A veces alguien le prestaba una
lapicera cargada de niebla dura.
Pasaron los días con asco
y los ojos se le llenaron
de estrellas secas.
Salio de la cárcel y ya no era
tan poeta. Solamente tenía una
espada marchita y un anillo
que no valía demasiadas lunas.

Siguió un poquito la vida.

Todo tranquilo.
Miraba la lluvia,
llevaba el corazón en la mano,
se subía a un bondi y quedaban
las palomas.
Una vez se vio de frente
con el amor. Se miraron unos dias,
pero el amor le disparó con furia
un beso en la aorta y salió corriendo.
Ahí volvió a ser poeta de nuevo

y se volvió loco.

Corrió desnudo por la calle,
hizo una sopa de cielo,
degolló al silencio,
tuvo una orgía de manicomios
en la sangre.
Nadó en un beso,
se hizo arco iris,
vendió sus manos.

Se enamoró con fuerza.
apretó un sol de madrugada
pero nadie lo vio…

Y ahí se volvió olvido.

lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Qué le pasa a la ciudad?















¿Qué le pasa a la Ciudad?


Tango

Música: Alan Haksten
Letra: José Arenas


Qué le pasa a la ciudad que no me mira,
Que me deja hecho pedazos en el suelo,
Y se escapa despacito rumbo al río
Despeinando mis heridas y mis sueños.

Qué le pasa a la ciudad que está llorando,
Y ha olvidado su esperanza y su futuro
Cuando vuelve de trasnoche por la calle
En un bondi o el asiento de algún auto.
Qué le pasa a la ciudad que ya no ríe,
Qué le pasa a mi ciudad que esta llorando.

Qué golpe de tristeza y soledad
Te hizo este agujero sobre el pecho,
Haciéndote sangrar cemento y cal
Tapándote los ojos y los años.

Qué espanto nos dejó este gris fatal
Corriéndote en el humo y en el llanto.
Lamento de mujer y de ciudad,
Llovizna de pobreza entre las manos.

Qué le pasa a la ciudad que tiene hambre
Porque no le alcanza el mango que se gana
Levantándose a la calle y a los días
Bien temprano cuando arranca la mañana.

Qué le pasa a esta ciudad que no la encuentro
Que se escapa ante mis ojos en la noche.
Tiene olor a marihuana y a locura
Su silueta y su bondad de mina en celo.
Qué le pasa a mi ciudad, me esta esquivando.
Qué le pasa a esta ciudad que no la encuentro.

Qué golpe de tristeza y soledad
Te hizo este agujero sobre el pecho,
Haciéndote sangrar cemento y cal
Tapándote los ojos y los años.

Qué fantasma gritó el “no” de tu mirada
Negándome en el humo y en el llanto.
Lamento de mujer y de ciudad,
Llovizna de tristeza entre mis manos.







domingo, 9 de septiembre de 2012

“Remontar el ancho río”: la dupla Basurto – Szwarcman



Foto "afanada" a la gente de "Fractura Expuesta" (http://www.fracturaexpuesta.com.ar)

La música popular es una buena oportunidad para plantear una instancia de arte en colaboración. Es decir, un momento creativo que se nutre del trabajo en equipo de los artistas, ya sean los intérpretes, los músicos o de los poetas.
Hay a lo largo de la historia un conjuro que lleva a la música a depender del tramado de las acciones de todos estos elementos. Siempre con variaciones, por supuesto. Pero en general, un caudal importante de la música popular presenta una fórmula grupal; la letra, la música, el intérprete. Así tenemos entonces enormes duplas compositivas que se hacen icono en las voces de algunos grupos o intérpretes, o de sus propios autores; Falú – Dávalos, Leguizamón – Castilla, Lennon – McCartney, Ramírez – Luna, Piazzolla – Ferrer, etc.
Además de la ya citada dupla Piazzolla – Ferrer; el tango especialmente presenta sus propias duplas creadoras, esas conjunciones de enormes talentos que han resultado una máquina disparadora de clásicos; Gardel – Le Pera, Troilo – Manzi, Piana – Castillo, Mores – Contursi,  Negro – Avena, Cadícamo – Cobián, entre otros. Estas duplas han sido las bases de un género (al que amo y odio) que tiene algunos de los textos y de las melodías más bellas y complejas que se han escrito en el siglo XX.
El Tango Nuevo, por su lado, en su proceso de construcción de identidad también presenta algunas de esas duplas creativas. Una de esas duplas es la que conforman Alejandro Szwarcman y Néstor Basurto.
Alejandro es un ya conocido letrista de la nueva camada. Quizá no sea un error decir que es el más importante de los letristas contemporáneos. Si bien su obra presentaba temas notables como “Nostalgia de Andenes”, “Milonga para un varón” o “La última tentación de Gardel”, puede decirse que esta es una etapa con ciertos cambios, donde el grado lírico es mayor, donde la complejidad está en el punto justo del yeito popular, pero al mismo tiempo hay un manejo de la palabra como una espada que al cortar deja solo belleza y calidad.
Por su lado, Néstor Basurto es una especie de superhombre del renacimiento que domina las técnicas de la composición, los arreglos y la dirección musical, que además posee un despliegue vocal perfecto y su increíble dominio de la guitarra es poco menos que espeluznante.
La dupla tiene en su repertorio creativo una colección de títulos que sin duda guardan el perfil de “nuevos clásicos”, no en vano han pasado por las voces de Julia Zenko, Viviana Scarlassa, Noelia Moncada, Esteban Riera, Sandra Luna, Jacqueline Sigaut, Daniel Maza, María Estela Monti, Mony Lopez y Atilio Bertagni. Además de las ya registradas por el propio Néstor en su disco “Recalada”.
Entre las canciones que Alejandro y Néstor han creado, encontramos la frescura del vals peruano, la tristeza de la zamba, la garra del tango, pero también el vals criollo, la chacarera y la milonga. A través de esos ritmos podemos llegar a climas lírico-musicales que van desde el piropo, el soliloquio, el recuerdo y la ternura.
Por ejemplo, en el tango “María Sur”, tenemos la rabia dolorosa del amor perdido, donde el “yo lírico” muestra el desencanto y el arrepentimiento, el dolor que viaja al Sur, y ese mismo sur como símbolo de todo lo que se pierde:

El tiempo mata todo aquello que fue amado
y el hombre mata lo que el tiempo no mató.
No se si vuelvo a tu panal adoquinado
como oyendo tu llamado, por tu huella o tu perdón.
Se ve además la influencia de Oscar Wilde en los versos primeros de la estrofa citada;

Y sin embargo, cada hombre mata lo que ama.
Que todos oigan esto:
unos lo hacen con mirada torva
otros con la palabra halagadora;
el cobarde lo hace con un beso,
con la espada el valiente.[1]

Por su lado, este tango posee una armonía de misterio y una melodía cuyo ritmo acompaña la letra en un “tango, tango” apropiado para el dolor y la rabia de lo perdido.
Encontramos también el tópico del tempus fugit, por ejemplo en el vals “Madrigal de ausencias”, una composición lírica y tierna, cuya letra presenta el recuerdo de lo que ha pasado y lo inevitable del tiempo que todo lo lleva:

A veces en las lentas madrugadas sin final,
cuando la aguja diminuta y fatigosa del reloj
resuena en el silencio como un eco circular
del tiempo que jamás se detendrá…

Como decíamos antes, también aparece lo picaresco, lo tierno y lo cotidiano bajo el conjuro de un piropo, en una acertada elección de Basurto al convertir los versos de Szwarcman en un vals peruano:

Quisiera ser la gota que moja tu mejilla
rozando suavemente la piel de tu rubor.
Quisiera ser la llave que te abre cada puerta,
cederte siempre el paso, treparme a tu balcón.
Y hacerle un monumento de orquídeas a tus piernas,
cantarte la más tierna canción del corazón.
Quisiera ser el talle que calza en tus ensueños...
No quiero ser tu dueño, yo quiero ser tu amor.

Y quizá una de las más bellas creaciones del dúo sea la canción “Alguien más que dice adiós” donde se ve la riqueza de las imágenes líricas donde se nota la enorme técnica de escritura de Alejandro en construcciones como:

Tal vez
querés decir “adiós”
y no sabés
que vas a no morir
sangrándote de mí…

O descripciones de un paisaje último donde se “oye el rumor que acecha en todo adiós”, donde se puede decir, por ejemplo:

La luna está
llegando al espigón
donde encalló la sal
de tu mirada…

Todo esto acompañado de una inmejorable y delicada composición de Néstor, la cual al ser escuchada pareciera ser la resurrección de ese momento donde uno mismo se siente ese “alguien más” del adiós.

Algunas de las letras de Alejandro Szwarcman pueden ser leídas en:


Algunas de las obras de Néstor Basurto y Alejandro Szwarcman pueden ser oídas en:

1)      “Alguien más que dice Adiós”


2)      “Madrigal de ausencias”


3)      “Zamba para un final”


4)      “Nunca volverás”






[1] WILDE, Oscar: “Balada de la cárcel de Reading”. Traducción de E. Caracciolo Trejo en “Oscar Wilde, Poemas”  -2oo1 -Ediciones Colección de poesía RÍO NUEVO/XXVI
Barcelona, España