Somos el Sur: un disco de Carlos Varela
“Somos el Sur.
Y a veces tenemos ganas de gritar;
¡Somos el Sur, carajo!”.
Eugenio Mandrini
En una entrevista del Tata Cedrón al poeta Raúl González
Tuñón, éste ultimo dice en una de sus reflexiones: “yo creo que lo importante
es que un poeta, un músico, un artista, lo sea en el arte y en la vida”.
Podemos considerar e interpretar esta frase del escritor de
varias maneras, en nuestro caso en particular creo que, prisma de cristal
mediante, podemos aplicar sus colores al disco “Somos el sur” del cantor Carlos
Varela. Y decimos cantor sabiendo que cometemos una injusticia soberbia y
demoledora. Es que Carlos Varela se pone en juego a sí mismo en su último
trabajo, dando a conocer su condición de demiurgo.
“Somos el sur” nos muestra un Varela de una inteligencia y
honestidad artística que conmueve el espíritu de cualquiera que busque un poco
de arte sin máscaras. Sin embargo, el cantor-mago no aparece sólo en su
trabajo, el amor y el talento de varios artistas se complementan para dar fruto
a éste CD. En principio aparece en escena durante toda ésta “Operita criolla
del Sur en dos actos” la música de Saúl Cosentino, un creador fino, con una
trayectoria tan larga como dedicada.
Aquí el músico aparece como arreglador y compositor tanto en
lo instrumental como en las canciones, dejando su arte en manos de Carlos
Varela, quién con una notable intuición y un gran gusto toma obras previamente
compuestas por Saúl a lo largo de los años sesenta, setenta y ochenta, para
lograr contarnos una historia desgarradora de lucha, luz, cansancio y sangre. A
través de los climas musicales creados por Cosentino en colaboración de poetas
y músicos de primera línea como Osvaldo Tarantino, Ernesto Pierro, Héctor
Negro, Eladía Blázquez, incluso Hamlet Lima Quintana, y hasta Rafael Alberti,
cobran cuerpo y temperatura las interpretaciones del cantor. Incluso a la hora
de las voces el disco cuenta con la participación de Gabriel Mores, Carlos
Barral, Nora Roca y María Eugenia Darré, que también ofician de cantores
posesos por el encanto de las poesías para contar la lucha del Sur, la ternura
de un amor, o la esperanza tibia de una utopía.
Por otro lado, y ésta es una de las joyas de éste trabajo,
la historia no sólo se nos hace presente a través de las geniales canciones que
se cantan, sino que durante el clima creado por las obras instrumentales,
saltan como de atrás de la oscuridad los geniales textos creados por el poeta
Eugenio Mandrini, quién sin duda es hoy uno de los referentes más importantes
de la literatura argentina, sobre todo si hablamos del olvidado arte de la
poesía.
Con respecto a éste particular, la voz de Varela se mezcla
con los versos de Mandrini, los agarra fuerte y los trae consigo, dándole vida
a frases que inquietan, que desafían, que dejan en el espíritu de quién las
oye, además de una especie de catarsis que elimina muchas ternuras y rabias, un
montón de filosas preguntas. Mandrini se atreve a arrancarle la piel a un
sentimiento latinoamericano, y es la voz del cantor quien con un ajustado
dramatismo nos pone enfrente ése sentimiento sangrante y en carne viva: “Somos el Sur. Algunos dicen que tenemos
odio y es cierto; odiamos a la luna cuando se esconde tras las nubes y nos deja
sin linterna en la noche más negra. Somos el Sur. Odiamos al viento del
invierno que nos hace sufrir tan adentro que no hay pañuelo para secar el
llanto de los huesos. Somos el Sur. Y odiamos a la lluvia cuando orina sobre
nuestros colchones y nos inunda desde las zapatillas hasta la pobre alma.”
En la “operita” atravesamos todos los sentimientos del Sur:
la rabia, la tristeza, la furia descarnada, el amor, la ternura, la duda y la
esperanza, poniendo en juego las emociones, explotando por dentro, pero
siguiendo en pie.
Finalmente, y como mencionamos en un principio, se destaca
la condición enorme y pura de artista de Carlos Varela, quien con su técnica
perfecta y limpia, con su imaginación, pero también con su viveza e
inteligencia artística admirables, crea, al mejor estilo de un rapsoda griego,
una obra íntegra, honesta, de una calidad y una originalidad a la que,
tristemente, no estamos acostumbrados. Varela se sirve por completo de tangos
nuevos, haciendo de sí un luchador sin fisuras en algo que, no sólo en lo
estrictamente artístico, denota que ha costado su buena cantidad de sangre, sudor
y lágrimas, pero que también, y lo decimos sin miedo, resplandece de amor por
lo que se ha logrado.
Entonces, recordamos la frase con la que iniciamos nuestro
comentario y decimos que, sin dudas, Carlos Varela logra ser un gran creador,
en el arte como en la vida, donde no sólo se ve su talento, sino que también se
ve una gran preocupación, una lucha incansable de compromiso, y sobre todo,
mucho cariño por lo que se hace.